domingo, 5 de junio de 2011

Antonio

El pulso de Antonio estaba desbocado, no conseguía calmarse ni aún sabiendo a ciencia cierta que el tío Paco estaba cargado de cadenas. Apretó con fuerzas el atizador del fuego que llevaba en la mano izquierda mientras giraba lentamente el oxidado y chirriante pomo de la puerta. Allí estaba el engendro redivivo, todavía recordaba el alivio que sintió cuando la vida abandonó al viejo facha y el día que lo enterró con sus propias manos. Pero parecía no haber muerto realmente. En sus ojos acuosos, carentes de vida, creyó adivinar el destello del reconocimiento, del odio. Su atávica enemistad seguía latente. Blandió, con tanta determinación como su pulso de anciano nervioso le permitía, el arma improvisada. El ser, cuyo proceso de descomposición no se había frenado, enseñó los dientes y la pestilencia de su aliento casi le hizo retroceder. Sacando fuerzas de flaqueza avanzó, levantando el hierro sobre su cabeza para conseguir más fuerza al primer impacto, hacia el encuentro definitivo con su antagonista.



Próximamente, en la editorial 23 escalones, PARA MI TU ALMA, primera antología de relatos zombis de Sevilla Escribe

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