"Los votantes, en general, no tienen tiempo para pensar demasiado en política. La mayoría de gente no tiene opiniones demasiado intensas sobre muchos temas; el mundo es un lugar complicado y confuso, y la verdad, llegar a conclusiones sobre la necesidad de reformar los colegios profesionales, evaluar los nombramientos del gobierno para entidades reguladoras o analizar el diseño del sistema sanitario es bastante aburrido para el común de los mortales.
La mayoría de votantes acostumbran a utilizar un método bastante sencillo para llegar a conclusiones sobre políticas públicas: adoptar la posición de alguien de su misma ideología. Casi nadie tiene una idea clara sobre la fiscalidad de la vivienda, pero todo el mundo sabe si es de izquierdas, derechas, centro-pero-los-socialistas-son-el-mal o todos-son-iguales-pero-yo-voto-a-los-de-Felipe. Algunos votantes se asignarán una etiqueta no demasiado precisa (véase el “liberalismo” español), pero en general el votante medio puede decirte de quién se fía...
Los políticos tienen una capacidad considerable para polarizar las posiciones de los votantes, pero también para convencer a los suyos sobra la bondad de una reforma..."
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